El tema de la violencia doméstica y los feminicidios en especial los que son llevados a cabo por la pareja de la víctima, han sido mi preocupación y en cada caso el dolor se apodera de mi corazona, y surge la pregunta de siempre, a pesar de los estudios teóricos y la observancia cotidiana de como responden las mujeres a la violencia, de repasar codependencia, indefensión aprendida, el patriarcado, la misoginia, que a las mujeres nos educaron para ser para otros, no podemos evitar pensar, pudieron haber escapado, porque no denunciaron, de seguro no era la primera vez, que le pegaban.
Los dos últimos casos presentan de feminicidios presentan diferencias, en el caso de Ana Gómez, una joven de origen chol proveniente de Ocosingo se traslada a Quinta Roo para trabajar en un hotel como lavaplatos, esto fue hace 6 meses, Ana Gómez, fue vista por última vez en la Playa del Carmen la tarde del 18 de diciembre, y fue encontrado este lunes en las inmediaciones del hotel Hard Rock Riviera Maya.
El padre Sebastián de origen humilde viajó desde Ocosingo a Can Cun con los pocos recursos que pudo reunir para encontrarse con el cadáver de su hija, no me puedo imaginar el dolor y la importancia que debió sentir, al enfrentarse a una realidad envuelta en la tragedia.
El caso de Ana Gómez, no es único, se comenta que simplemente en este hotel, es el tercer caso de desaparecidas, los feminicidas se escudan en que no son jóvenes humildes, que viajan sin familia en busca de un futuro mejor y que nadie se preocupará por ellas.
Mientras tanto el caso de Claudia Matilde Farrera Esponda, asume tintes diferentes, sin embargo ella como Ana, terminan asesinadas con violencia, víctimas de una violencia que nos aturde y no comprendemos la feminicida.
Ella una joven profesionista, ex agente del Ministerio Público de la Fiscalía General del Estado de Puebla, 14 años de casada, hermana del diputado federal Juan Enrique Farrera Esponda, fue asesinada el viernes 18 de diciembre a más de una semana, las autoridades no han dado con el presunto responsable, su esposo, y por ello diversas colectivas feministas se han organizado a través de redes sociales para exigir justicia
Entre el 1 de enero y el 30 de noviembre, México acumuló 860 presuntos feminicidios a nivel nacional. En el undécimo mes del año se sumaron 82 nuevos casos al total, informó el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
El total de casos registrados hasta el último día de noviembre convirtieron al país, a falta del registro de todo el mes de diciembre, en el tercer peor año en cuestión de feminicidios desde 2015, cuando comenzaron los registros de este tipo, pero va en camino a superar tanto a 2018 (893) como a 2019 (940).
En los últimos años, se han dado cambios legislativos, políticos y sociales, que revelan el actual interés por la violencia contra las mujeres. Pese a ese interés, nadie vio por necesidad responder lo más elemental: ¿por qué suceden los feminicidios? ¿Qué hace que una mujer, frente a otra, tenga mayor riesgo de ser asesinada por su pareja? Por supuesto, la explicación de la violencia contra las mujeres y de los feminicidios está en el machismo y por esta razón los feminicidios son más bajos en países desarrollados. Pero este es solo el discurso “paraguas” de explicaciones desagregadas aún poco estudiadas.
Los antecedentes de violencia física y psicológica elevan en más de 2 veces el riesgo de ser víctima de feminicidio. Este resultado sugiere la continuidad y el afianzamiento de los patrones de violencia, y que el feminicidio no aparece de la nada.
Haber actuado con premeditación elevó en 78% la probabilidad de feminicidio. Otros estudios han identificado que la premeditación está asociada con cuán detalladas son las amenazas dadas por el agresor. Hay una asociación fuerte entre el detalle de las mismas y su ejecución. Signos de este tipo deberían formar parte del sentido común preventivo de posibles víctimas (así como de protocolos de identificación de riesgo en víctimas), pero también de policías, fiscales, jueces, médicos legistas, personal de Centros de Emergencia Mujer, etc.
Por último, las comisarías tienen un rol pendiente. Haber interpuesto una denuncia policial redujo en 6% el riesgo de feminicidio, pero en forma estadísticamente no significativa. En simple, esto significa que es probable que esa reducción se deba al azar y no a haber denunciado.
La escritora Laura Restrepo acierta cuando dice que los feminicidas “son una radiografía de la sociedad”. Los asesinatos de mujeres son, entonces un reflejo de las entrañas de una nación, de lo que verdaderamente está hecha….hasta el hueso. Y cuando se habla de la epidemia e feminicidios en México, se debería analizar este fenómeno como una enfermedad, u problema de salud pública.