El tema de las emociones, es un tema que adquiere relevancia en el mundo actual en especial cuando observamos que emociones cono la ira, el enojo, han llevado a personas a tener reacciones sombrías que las han llevado en casos extremos a cometer un crimen, sin tener más excusa que una mala nota escolar o porque no le han complacido en un deseo, eso en casos graves, en otras ocasiones, personas se toman como cuestión personal, afirmaciones que son generales, y no van dirigidas a su persona respondiendo en forma desmesurada.
Ante ello cobra importancia el trabajo de Daniel Goleman, Inteligencia Emocional, quien en ese texto señala que todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución. La misma raíz etimológica de la palabra emoción proviene del verbo latino movere (que significa «moverse») más el prefijo «e», significando algo así como «movimiento hacia» y sugiriendo, de ese modo, que en toda emoción hay implícita una tendencia a la acción. Basta con observar a los niños o a los animales para darnos cuenta de que las emociones conducen a la acción; es sólo en el mundo «civilizado» de los adultos en donde nos encontramos con esa extraña anomalía del reino animal en la que las emociones —los impulsos básicos que nos incitan a actuar— parecen hallarse divorciadas de las reacciones.
Esencialmente, la inteligencia emocional es la capacidad de percibir, expresar, comprender y gestionar las emociones. Y es importante porque cuanto más comprendamos estos aspectos de nosotros mismos, mejor serán nuestra salud mental y nuestro desarrollo social.
A lo largo de nuestra vida nos hemos encontrado diversos ejemplos de la importancia de conocer nuestras emociones, dominarlas y porque no, usarlas a nuestro favor, estos ejemplos están relacionados con nuestra propia actuación, y nos hemos dicho a nosotros mismo en son de regaño o llamada de atención, porque reaccione así, el tamaño de mi respuesta, llamase de enojo o tristeza, ira, alegría, no correspondía a la acción que la determinó, en ocasiones tenemos la oportunidad de pedir disculpas o explicar nuestra respuesta, sin embargo, en otras el daño puede ser irreparable.
Asimismo, observamos que compañeros o compañeras que no fueron aplicados en la escuela obtienen mejores trabajos que otras personas cuyas habilidades intelectuales no estaban a discusión, y ello nos da un ejemplo de cómo esta habilidad innata o aprendida del manejo de las emociones, les facilita a muchas personas abrirse camino hacia un mejor desarrollo profesional o en su vida personal.
Respecto al manejo de las emociones, hay otras teorías como la propuesta por el Doctor Bradley Nelson en su documento El Código de las Emociones, él nos habla trata de explicar cómo la energía invisible de las emociones nos puede causar estragos en nuestra salud física, considera que existen emociones atrapadas, las cual provocan como también lo señala Goleman, reaccionar de manera exagerada frente a comentarios inocentes, malinterpretar una conducta y causas un cortocircuito en tus relaciones. Aún peor, las emociones pueden crear depresión, ansiedad y otros sentimientos indeseables que tú parecieras no poder resolver. Esta situación interfiere en el funcionamiento correcto de los órganos y tejidos de tu cuerpo, causando estragos en tu salud física, y con ello dolor, fatiga y enfermedad.
Por otro parte, Marcel Gratacós en su artículo ¿Qué es la madurez emocional y cómo se desarrolla?, nos habla de que la madurez emocional es característica de una persona con inteligencia emocional, habilidades sociales, empatía, responsabilidad y experiencias vitales. Generalmente se dice que una persona es madura cuando es independiente, sabe pensar por sí misma y tiene experiencia.
No obstante, si quieres alcanzar la madurez emocional debes realizar este ejercicio, conocer bien cómo eres y aceptar sin resentimiento las características que menos te gustan de ti mismo y que debes trabajar para cambiarlas.
Finalmente los tres autores coinciden que el conocimiento de uno mismo, es decir, la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, constituye la piedra angular de la inteligencia emocional.