El SIDA fue descubierto a principios de la década de los 80 cuando médicos estadounidenses empezaron a observar que había grupos de pacientes con enfermedades muy poco comunes. Los primeros casos se detectaron entre homosexuales de Nueva York y California. Estas personas padecían enfermedades como el sarcoma de Kaposi, un tipo raro de cáncer de piel, así como un tipo de infección pulmonar que transmiten los pájaros.
Pronto se detectaron también casos entre drogadictos por vía intravenosa y receptores de transfusiones de sangre. En 1982 se dio nombre a esta enfermedad: síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Desde entonces el SIDA ha matado a unos 25 millones de personas en todo el mundo y ha dejado huérfanos a 12 millones de niños sólo en África.
Los primeros casos reportados con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), epidemia que en pocos años sería la más fulminante de la historia, apuntaba en sus inicios a una epidemia propia de los hombres que tienen sexo con hombres. En los años 70, la liberación sexual se encontraba en su apogeo, lo que provocó que la comunidad gay se mostrara sin complejos. El comportamiento de la epidemia provocó la creencia de limitar la enfermedad solo a homosexuales llevando a algunos autores a denominarlo “Síndrome de Inmunodeficiencia relacionada con los homosexuales” o “Peste Rosa”.
Sin embargo, con el tiempo se descubrieron nuevos casos en sujetos no homosexuales, por ejemplo adictos a drogas intravenosas, en enero de 1983 habían registrados 1,450 casos, pero eso no indicaba que el virus representará un problema de salud pública, ese mismo año se describe el primer caso de transmisión heterosexual, esto indicaba que el nuevo virus no era exclusivo de los homosexuales.
Las formas de transmisión del virus del VIH y el alarmante crecimiento de la epidemia se determinó que la mejor forma de atacar la infección era la prevención, por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció en 1988 que el 1° de diciembre sería el Día Mundial del SIDA a fin de iniciar una campaña de concienciación en la población mundial
Según un estudio realizado por ONUSIDA a nivel mundial, hasta una sexta parte de todos los hombres declaran haber tenido relaciones sexuales con otros hombres, en su mayoría sin protección. Muchos varones que tienen relaciones sexuales con otros varones también tienen relaciones sexuales con mujeres (sus esposas o parejas ocasionales o habituales)”, los esfuerzos de prevención en base a las estadísticas de la época estaban basadas en concienciar a los hombres para evitar que estas estadísticas se invirtieran. No era una secreto que la infección ya cobraba víctimas mujeres que estaban expuestas a un riego especial de contraer la infección por el VIH, ya que no cuentan con el poder de decidir sobre su cuerpo.
Partiendo de que los esfuerzos de prevención del VIH no surten efecto entre las mujeres y niñas, ya que éstas siguen infectándose aceleradamente, ONUSIDA, decretó que en el 2004 el lema de la campaña fuera “Mujeres, niñas, VIH y SIDA”, ya que se considera a este grupo particularmente vulnerable a la infección. Lo anterior tiene una connotación de género desde las relaciones de poder, tiene un componente de violencia que es un fuerte condicionante para la transmisión de la infección, lo cual se refleja en el siguiente dato: “En todo el mundo, entre una quinta parte y la mitad de las niñas y mujeres jóvenes indican que su primera relación sexual fue forzada”
A pesar de que los patrones de transmisión ya apuntaban a un crecimiento estadístico en las mujeres, se trató de concienciar inicialmente a los hombres a que “marcaran la diferencia” en el avance de la epidemia. Sin embargo, los resultados fueron mínimos, la epidemia tiene una connotación cultural muy arraigada, y los problemas son de carácter estructural muy difícil de abordar y de modificar sin una estrategia que haga un abordaje en términos de equidad de género y vulnerabilidades de la mujer ante el VIH. Por otro lado, las campañas preventivas controladas por las instituciones (Iglesia-Estado) promueven como medio de prevención contra el VIH la abstinencia, la postergación del inicio de las relaciones sexuales y la fidelidad, sin considerar los factores culturales. Es un hecho que los hombres no han sido socializados para llevar a cabo ninguna de las tres prácticas, contrario a ello, está condicionado en su sexualidad a ser, un ser irracional que actúa por impulsos.
Para reducir el riesgo y vulnerabilidad al VIH los cambios deben centrarse no sólo en la autogestión de las mujeres respecto a su salud, sino también se debería dar a nivel social y cultural, sobre todo respecto a la construcción de lo femenino y lo masculino desde una perspectiva de género.