El aislamiento social, aun cuando estés con la familia, ya es por sí mismo un factor estresante en especial si trae consigo repercusiones económicas, una pausa en tus negocios, o simplemente la ausencia de un viernes en la noche en compañía de tus amistades disfrutando una noche de copas, en especial cuando somos obligados a permanecer aislados, ya hay chistes al respecto, no es cuarentena es arresto domiciliario, simplemente en Guatemala hubo toque de queda a partir de las 18:00 horas no se podía transitar por las calles y en Sonora, existe también una especie de toque de queda a partir de las 22:00 horas. Hubo países como los nórdicos con una cultura cívica mucho más desarrollada, donde se adoptó una estrategia de responsabilidad individual, algo que en nuestro México Lindo y Querido, aún no hemos perfeccionado.
Creo que nuestra tabla salvavidas son nuestras redes de apoyo, que sin embargo en ocasiones no son suficientes ante una avalancha de emociones que causa la incertidumbre ante una enfermedad que no conocemos, nos encontramos con amigos y amigas que han sobrevivido al dichoso bicho a pesar de las comorbilidades, palabra que no sabíamos que existía, y otros u otras que aparentemente se veían sanos y fuertes han sucumbido, eso es lo que nos tiene en tensión, ya que nos preguntamos ¿Cómo me iría a mí, si me contagio?
Me cuentan de una persona, mujer con diabetes, como de 35 años que se las paso de miedo, hubo días que no le quedó más que hincarse y rezar, otra persona a quien han intubado en dos ocasiones, con las consecuencias que ello significa, todavía hasta el momento no ha sido dado de alta, son genes, resiliencia, actitud, que hace que unos mueren y otras sigan en pie.
Todo ello trae consigo la intensificación de síntomas que ya veníamos padeciendo ansiedad, miedo, depresión, que se intensifican con la imposibilidad de acudir a las clínicas de salud mental por temor al contagio, a muchas personas les ha funcionado la terapia a través de plataformas, bendita tecnología, o videollamadas.
Por un lado tenemos, la minimización –considerar que la situación “no es para tanto”–, la negación, un mecanismo defensivo que utilizamos para rechazar aspectos dolorosos de la realidad, o la hipocondría –la preocupación obsesiva por la propia salud– son algunas de las disfunciones que enumera.
Los trastornos obsesivos son otra de las derivadas de la crisis de la COVID-19: Mucha gente empieza con rituales de comprobación. Nos están diciendo hasta la saciedad que nos lavemos las manos, si la persona tiene un rasgo obsesivo, esta información actúa de precipitante y puede llevar a un trastorno obsesivo.
Muchas de las consecuencias anticipadas de la cuarentena y las medidas de distanciamiento social y físico asociadas son en sí mismas factores de riesgo clave para los problemas de salud mental. Estos incluyen suicidio y autolesiones, abuso de alcohol y sustancias, juegos de azar, abuso doméstico e infantil y riesgos psicosociales (como desconexión social, falta de significado o anomia, acoso cibernético, sentirse agobiado, estrés económico, duelo, pérdida, etc. desempleo, falta de vivienda y ruptura de relaciones).
Otra situación de extremo padecimiento mental es el que provocan los llamados “duelos complicados”, que no permiten a los familiares de los fallecidos despedirse de ellos en tiempo real. “Como no ven a su ser querido y no están presentes en la despedida, no pueden hacer una percepción de lo ocurrido y el duelo se queda atrapado en la fase de negación”.
Así como se ha solicitado que desde el Estado se apliquen pruebas masivas para la detección de los contagiados o asintomáticos, se debe también, dar seguimiento a los pacientes que han salido adelante para advertir posibles secuelas psicológicos o en los centros de salud y también en el ISSSTE, ISSTECH o IMSS con sus derechohabientes, habilitar estrategias que permitan prevenir y atender a tiempo situaciones de riesgo. Antes de la pandemia el índice de suicidios iba a la alza en Chiapas, hoy eso puede agravar tanto por el aislamiento como por la situación económico que se está ya viviendo.
No quisiera ser pesimista, pero la salud mental, tiene varias aristas, una de ellas es la situación económica, gozar de una vivienda segura, de ingresos estables, por eso el ingreso vital mínimo es vital, valga la redundancia, en un país donde no tenemos seguro de desempleo, aunque si existen programas sociales pero enfocados a determinados grupos.
Por lo pronto las instituciones deben recurrir a la atención digital, sabemos que en Chiapas, todavía el internet no llega a toda la población, ni todas tienen acceso a una computadora o un teléfono inteligente, pero es importante conectarse con las personas que si tienen acceso sobre todo la población más joven, con sus propios problemas de salud mental y diseñar foros, chat, correos a los que las personas accesen fácilmente y sobre todo que exista una repuesta rápida y oportuna.
La pandemia puso al descubierto lo endeble de la atención a la salud mental desde las instituciones, por lo que importante proveerlas de recursos humanos y financieros para atender esta avalancha que se nos viene encima y salir bien librados, sino, la siguiente pandemia junto con la económica será la salud mental.
Finalmente se ha insistido mucho de que la experiencia de pandemia traiga consigo un cambio social, un cambio de las prioridades vitales que no se quede en una mera intención, sino que se prolongue en el tiempo, la sociedad es hedonista y está empoderada; se considera que el que más poder tiene es el más exitoso, pero la crisis sanitaria ha significa una revisión a esa sensación de omnipotencia. Ahí deberíamos iniciar un aprendizaje vital. Solo unos cuantos podrán completar ese proceso de cambio, pero quien lo consiga habrá dado un primer paso para contribuir a una sociedad “más humana y solidaria”.