Publicado en Diario Ultimatum
Cuando hablamos de corrupción surge el señalamiento de que el ser humano es corrupto por naturaleza y que los mexicanos somos el ejemplo de ello, que ya traemos en nuestro ADN, la corrupción, nada más falta que nos coloquen en el lugar adecuado y esta tendencia aflora. Tal vez en una pretensión de justificarla se ha venido presentando como una predisposición o susceptibilidad genética, una herencia maldita que se trasmite de generación en generación, y de esta manera eludiríamos la parte que nos toca de responsabilidad para enfrentarle y le echamos la culpa a “los emisarios del pasado” dirían en la época de Luis Echeverría o a los neoliberales, fifís o conservadores en la época López Obradorista.
La realidad es que elegimos ser corruptos voluntariamente, nadie nos obliga a tomar tal o cual decisión, nos decidimos por tomar el camino incorrecto saltándonos una serie de principios éticos, entendiendo a la ética como lo hacían los griegos, como una predisposición humana permanente para hacer lo bueno,
La corrupción es todo acto tendiente a causar un daño, sin embargo popularmente se entiende como el abuso del poder público en beneficio propio. Ello implica no solamente sustracción de dinero de las arcas públicas, sino la impunidad que disfrutan los criminales, o el hecho de que desde el más humilde servidor público no cumpla con su trabajo. Para mi gusto, esto último daña tanto como el que roba al erario, lleva a cabo tráfico de influencias o abusa de su función, es entonces cuando recordamos la frase del prócer Belisario Domínguez: “Si cada uno de los mexicanos hiciera lo que le corresponde, la Patria estaría salvada”.
La corrupción penetra como la humedad hasta los cimientos de la administración pública y con ello le niega legitimidad; es un atentado a la justicia social y ataca las bases para el desarrollo, cuando se habla de que un funcionario sustrajo una cantidad estratosférica y hacemos cuentas, cuántas escuelas, hospitales, medicinas, apoyos al campo se hubieran logrado con esos recursos, por otra parte, si bien tanto peces chicos como peces gordos son igualmente de corruptos en ocasiones molesta que quien paga el pato son los peces chicos, que son abandonados a su suerte.
En nuestro país y desde hace 40 años se ha intentado combatirla. Después del desastroso gobierno de José López Portillo, Miguel de la Madrid, generó toda una campaña mediática en contra de la corrupción a la que denominó “La Renovación Moral” y encarceló a Jorge Díaz Serrano y a Arturo Durazo Moreno. Posteriormente, Carlos Salinas de Gortari hizo lo mismo con Joaquín Hernández Galicia alias “La Quina”; Ernesto Zedillo encarceló al Gobernador Mario Villanueva Madrid, y al hermano del presidente Salinas, Raúl Salinas de Gortari, por su parte los Presidentes Panistas, empezando por Vicente Fox, quien prometió en su campaña por la Presidencia atrapar a los peces gordos, crea la Comisión Intersecretarial para la Transformación y Combate a la Corrupción, que no funcionó, y nombró a Francisco Barrio como Secretario de la Contraloría, el cual después de dos años de estar al frente no pescó ni un pececillo y la Contraloría fue transformada en lo que hoy es la Secretaría de la Función Pública, por su parte Felipe Calderón, nombró a su amigo Germán Martínez como Secretario de la Función Pública, quien tampoco hizo nada importante en contra de la corrupción.
Así llegamos a la Presidencia de Enrique Peña Nieto, quien en su campaña para la presidencia prometió combatir la corrupción. Sin embargo al llegar a la presidencia la ignoró, nombró al Secretario de la Función Pública, dos años después, solo para que limpiara su imagen en el asunto de la casa blanca, no obstante todo esto, con la presión de diversas organizaciones civiles se promulgó la Ley General del Sistema Nacional Anticorrupción, y con ello se el Sistema Nacional Anticorrupción, el cual contempla la Fiscalía General de la República, una Fiscalía Especializada de Combate a la Corrupción y el Comité Coordinador del Sistema Nacional Anticorrupción, que pasó sin pena ni gloria.
D e s d e s u campaña enarboló la bandera de combate a la corrupción, sin embargo, ya en la Presidencia de la Republica, su lema ha sido “No es bueno para el país que nos empantanemos en estar persiguiendo a presuntos corruptos”, para los cuales anunció “un perdón, así, eso es lo que se está planteando, decirle al pueblo de México: punto final”. Sin embargo, parece que a Emilio Lozoya, Alonso Ancira, Rosario Robles y a Juan Collado, no les alcanzó el perdón.
Dejando a un lado el perdón, tenemos a Santiago Nieto Castillo, el director de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), de la Secretaría de Hacienda, encargado de vigilar el lavado de dinero. “Si no golpeamos las estructuras financieras de la delincuencia organizada, el avance será mucho más lento”, y de la corrupción al lavado de dinero, no hay más que un paso.
México es uno de los países con mejores leyes para visibilizar el manejo de los recursos públicos, así como para obligar a la autoridad a explicar, justificar y sancionar, en caso necesario, sus actuaciones, “el Centre for Law and Democracy, un instituto de investigación que analiza y evalúa los marcos normativos de transparencia a nivel mundial, hace poco identificaba a México como el país mejor calificado en la materia, y ahora nos pone en segundo lugar, sólo detrás de Finlandia”.
Entonces nos preguntamos ¿por qué Finlandia está entre los países con menor percepción de corrupción del IPC y México entre los últimos? La razón es la vulnerabilidad de las instituciones mexicanas ante la politización de su funcionamiento y la subordinación de sus objetivos a los intereses de la cúpula política que las controla.
Si el presidente López Obrador realmente quiere avanzar en este tema, tendrá que fortalecer las instituciones avocadas al combate a la corrupción y que estas no obedezcan a las coyunturas políticas del momento.
Y para finalizar la ciudadanía debe ser objeto de un “lavado de coco”, como decimos coloquialmente, si durante años hemos oído que los mexicanos somos corruptos por naturaleza, pues dice lo traigo en mis genes, no es mi culpa, entonces lo que se requiere como dice la PNL necesitamos cambiar el lenguaje, repetirnos como un mantra budista: “no soy corrupto”, o corrupta, tantas veces hasta que nos lo creamos.
enriquetaburelomelgal@gmail.com