El texto de Paulo Coelho, Verónica decide morir nos remite a otros textos como el poema El Loco de Gibran Jalil Gibran, la película Atrapados sin Salida, en donde se debate que es ser loco y que es ser normal. ¿Qué era un loco? Se pregunta nuestra protagonista cuando se encuentra encerrada en Vi o manicomio suigeneris, como tantos otros, No tenía la menor idea, porque esa palabra se utilizaba de una manera completamente anárquica: decían, por ejemplo, que ciertos deportistas estaban locos por desear superar récords. O que los artistas eran locos porque vivían de una manera insegura, inesperada, diferente de todos los «Normales». Por otro lado, Verónica ya había visto a mucha gente andando por las calles de Ljubljana, mal abrigada durante el invierno, predicando el fin del mundo y empujando carritos de supermercado llenos de bolsas y trapos.
Verónica había decidido morir aquella bonita tarde de Ljubljana, con músicos bolivianos tocando en la plaza, con un joven pasando frente a su ventana, y estaba contenta con lo que sus ojos veían y sus oídos escuchaban. Pero aún estaba más contenta de no tener que contemplar aquellas mismas cosas durante treinta, cuarenta o cincuenta años más, pues irían perdiendo toda su originalidad al estar inmersas en la tragedia de una vida donde todo se repite, y el día anterior es siempre igual al siguiente.
Verónica es una joven veinteañera, guapa, con amigos y con un trabajo que le proporciona la independencia que necesita, con pretendientes, en fin con todo lo que haría feliz a una joven de su edad, sin embargo, contradictoriamente no está contenta con lo que tiene y decide poner fin a su vida, lo que culmina en un intento frustrado.
Mientras espera la muerte, después de haberse tomado un sinfín de medicamentos, tiene tiempo de reflexionar, sobre un tema con el cual coincido: la generosidad de Dios frente a los que deciden tomar la decisión de abandonar la tierra, antes de tiempo:
«Si Dios existe, lo que yo sinceramente no creo, sabrá que el entendimiento del hombre tiene un límite. Fue Él quien creó este caos, donde reinan la miseria, la injusticia, la codicia, la soledad. Su intención debe de haber sido excelente, pero los resultados son nefastos. Si Dios existe, Él será generoso con las criaturas que deseen alejarse más pronto de esta Tierra, y puede ser que hasta llegue a pedir disculpas por habernos obligado a pasar por aquí».
Recluida en Villete, un manicomio donde van a dar personas por diversas causas, en especial a quienes han atentado contra la normalidad, lo cual incluye a las suicidas, Veronika dialoga con ella misma y se promete no saldría de Villete con vida. Era mejor acabar con todo ahora, mientras aún tuviera valor y salud para morir. En una de las rondas nocturnas y en estado de lucidez una enfermera le preguntó: — ¿No quiere saber su estado? —Ya sé cuál es —respondió Verónica—. Y no es el que está viendo en mi cuerpo; es el que está sucediendo en mi alma.
Verónica, se hace amiga de Zedka, quien está ahí por depresión, y le pide ayuda para conseguir más pastillas y repetir nuevamente su intento de suicidio, es entonces cuando descubre la cara de Villete, donde conviven un grupo de personas completamente cuerdas que podrían a ver salido de Villete pero que preferían permanecer allí ya que en este lugar no tenían que preocuparse por los problemas de la vida cotidiana, por los problemas del mundo, este era un lugar en donde podían hacer lo que querían, no tenían nada que ocultarle a los demás, no tenían que preocuparse por lo que los demás podrían pensar o decir ya que al fin y al cabo todos eran locos, en pocas palabras se habían Institucionalizado, se habían acostumbrado a ese estilo de vida, dependientes de ese sistema.
Este conjunto de sensaciones: el manicomio, estar con personas que no les interesaba comportarse como locos, no sentían la necesidad de reprimir sus gustos solo para caerle bien a las demás personas, todas estas sensaciones son las que hacen que en el fondo Verónica comience a sentir cierto apego hacia la vida ya que descubre una nueva experiencia que antes jamás se hubiera imaginado, y que ahora con solo una semana de vida estaba viviendo.
¿Sabes lo que hay allá afuera, detrás de los muros de Villete? —Gente que bebió del mismo pozo. —Exactamente —dijo Zedka—. Creen que son normales porque todos hacen lo mismo. Voy a fingir que también bebí de aquella agua. —Pues yo bebí y éste es, justamente, mi problema. Nunca tuve depresión, ni grandes alegrías o tristezas que durasen mucho. Mis problemas son iguales a los de todo el mundo.
Verónica también conoce a Mari una exitosa abogada con una familia en una buena posición social pero que ingreso a Villete por que padecían del síndrome de Pánico, le enseña a no preocuparse por lo que los demás puedan pensar, a llevar sus sentimientos y deseos a la realidad e indirectamente a querer vivir.
Mari le comparte que cuando era joven y ejercía la profesión de abogada, leí cierta vez a un poeta inglés, y una frase de él me impactó mucho: «Sed como la fuente que se derrama y no como el tanque que siempre contiene la misma agua». Siempre pensé que él estaba equivocado: era peligroso derramarse porque podemos terminar inundando zonas donde viven personas queridas, y ahogarlas con nuestro amor y nuestro entusiasmo. Entonces, procuré comportarme toda la vida como un tanque, nunca yendo más allá de los límites de mis paredes interiores. Sucede que por alguna razón que nunca entenderé, padecí el síndrome del pánico. Me transformé en exactamente aquello que había luchado tanto por evitar: en una fuente que se derramó e inundó todo a mí alrededor. El resultado de eso fue mi internamiento en Villete. Después de curada volví al tanque y os conocí. Os estoy agradecida por la amistad, el cariño y tantos momentos felices que me habéis dispensado. Vivimos juntos como peces en un acuario, feliz porque alguien nos echaba comida a la hora exacta y podíamos, siempre que deseábamos, ver el mundo exterior a través del vidrio
Porque la Virgen, la energía femenina, es la gran dominadora de la serpiente, que significa sabiduría. Si te fijas en el anillo del doctor Igor, verás que tiene el símbolo de los médicos: dos serpientes enrolladas en un bastón. El amor está por encima de la sabiduría, como la Virgen está sobre la serpiente. Para ella, todo es Inspiración. Ella no se pone a juzgar el bien ni el mal. — ¿Sabes otra cosa? —dijo Verónica—. A la Virgen nunca le importó lo que los otros pensaran. Imagínate tener que explicar a todo el mundo la historia del Espíritu Santo. Ella no explicó nada, sólo dijo: «Pasó así». ¿Sabes qué deben de haber dicho los otros? —¡Claro que lo sé! ¡Que estaba loca!
También tenemos a Eduard, un joven y apuesto esquizofrénico a quien nadie nunca en Villete había escuchado hablar y al cual le encantaba escuchar a Verónica tocar el piano, ella se enamora de él y es con quién trata de disfrutar todos y cada uno de los minutos de su ultimo día.
Verónica en estos momentos reflexiona: cuando tomé las pastillas yo quería matar a alguien que detestaba. No sabía que existían, dentro de mí, otras Verónica a las que yo sabría amar. — ¿Qué es lo que hace que una persona se deteste a sí misma? —Quizás la cobardía. O el eterno miedo de equivocarse, de no hacer lo que los otros esperan
Uno de los médicos del sanatorio, el doctor Igor, sabe que los suicidas frustrados tienden a insistir en su intento más pronto o más tarde. Y conociendo la situación de Verónica, piensa: ¿Por qué no utilizarla como cobaya para ver si conseguía eliminar el vitriolo —o amargura— de su organismo? Y el doctor Igor concibió su plan. Aplicando un fármaco conocido como Fenotal, había conseguido simular los efectos de los ataques cardíacos. Durante una semana ella recibió inyecciones de la droga, y debió de haberse asustado mucho, porque tuvo tiempo de pensar en la muerte y de reexaminar su propia vida. De esta manera, conforme a la tesis del doctor Igor («Ser consciente de la inevitabilidad de la muerte incrementa nuestras ansias de vivir», sería el título del capítulo final de su trabajo), la chica fue eliminando el vitriolo de su organismo, y posiblemente no insistiría en su intento suicida
En la novela se planteó cómo el conocimiento de una muerte inevitable cambia la manera de ver la vida de las personas, hace que recapacitemos y revaloremos lo que es la vida, el tiempo, y las cosas que hicimos en un pasado, este conocimiento nos hace cambiar y también nos hace valorar la vida como lo que en realidad es, un milagro.
Esto se pudo observar cuando Verónica una vez anuente de lo que le sucedía a su corazón comienza a experimentar experiencias nunca antes vividas y se da cuenta que si su vida era siempre igual era porque así ella lo había elegido; ella comprende entonces que somos nosotros los que debemos darle sentido a nuestras vidas, hacer cosas diferentes, arriesgadas, locuras siempre que podamos y también se da cuenta que le faltaba muy poco tiempo de vida y que había desperdiciado mucho tiempo en las mismas cosas cotidianas de siempre, y tratando de ser alguien que no era.
Como hubiera trabajado con ella
Para ayudar a una persona en crisis lo primero que hay que hacer es establecer contacto, es decir, acercarnos a ella para que nos confíe sus problemas, sus sufrimientos, permitiendo que se exprese con libertad, no juzgarla ni contarle nuestras experiencias. Simplemente escucharla con genuino interés y hacerle preguntas abiertas para conocer más profundamente que es lo que está pensando lo que nos permitirá ayudarlo mejor. No olvidar explorar si ha pensado en el suicidio durante la crisis y si lo ha pensado, debe conocer cuan planificada ha sido esa idea para canalizarlo a un psicólogo, psiquiatra, a una institución de salud mental a la brevedad posible.
Según Viktor Frankl (1990) el vivir duele, pero hay una gran diferencia entre dolor y sufrimiento. El dolor generalmente se refiere al dolor físico, al dolor del cuerpo cuando éste se encuentra enfermo. Hay un segundo tipo de dolor, el psicoafectivo, éste tiene que ver con las circunstancias de la vida, con el enojo y la frustración, con el miedo y con la culpa, todos estos sentimientos nos producen dolor, muchas personas pueden incluso localizarlo en alguna parte del cuerpo. Un tercer tipo de dolor es el dolor espiritual al que se le conoce como sufrimiento, es un dolor mezclado con sentimiento, es mucho más abarcativo, más avasallador y mucho más profundo y duradero. La familia que ha perdido a alguien por suicidio, o la persona que está viviendo el proceso suicida, pueden presentar estos tres tipos de dolor, la persona puede manifestar dolor físico en el pecho (sentir una gran opresión) o puede desarrollar un problema físico (hipertensión, diabetes, gastritis, depresión), lo que la conduce hacia el círculo negativo donde lo físico espiritual y cognitivo se retroalimentan
Nadie nos ha enseñado que al establecer un contacto cercano con la pena, el dolor, el sufrimiento y la muerte, podemos aprender a valorar la vida, porque precisamente lo que le da sentido a la vida es la muerte, el saber que somos seres finitos, y que cada día que transcurre, estamos cada vez más cerca de la muerte. Concuerdo con Castro quien dice que “si una persona no es capaz de tocar el dolor y el sufrimiento, nunca podrá experimentar la felicidad, ya que jamás tendrá un punto de comparación” (2007, p. 176) y yo añadiría, que quien no es capaz de soportar la oscuridad y el horror de la noche obscura, no podrá disfrutar plenamente de un día de sol.
Para llegar al suicidio por lo general, se pasa por una serie de etapas, que se inician con la idea de matarse, de desaparecer (que es un intento de escapar de situaciones sumamente conflictivas), posteriormente se pasa a la planeación, es decir la persona piensa cómo, cuándo, dónde y con qué se va a quitar la vida (Eguiluz, 2003b). Algunos hacen uno o varios intentos, que puede llevar la intención de conmocionar al sistema familiar para que las cosas cambien. Pero, como sucede en muchos casos, si el intento no tiene ningún efecto y nada cambia después de la crisis, se pasa más tarde o más temprano a intentarlo de nuevo o al suicidio consumado
Cuál es la estrategia a seguir
La herramienta más efectiva con la que contamos los terapeutas o tanatologos es el cuestionamiento, algunas preguntas podrían ser ¿qué estaba ocurriendo cuando no se presentó el problema a pesar de que lo veías venir?, ¿antes, cuando vivías sin problemas que tipo de vida familiar llevabas?¿cuándo fue que llegaste tarde a casa y tu padre no se enojó como pensaste ocurriría?, aquí habría que buscar que fue lo que él o ella hizo para que no sucediera el enojo, el regaño o el castigo del padre. Quizá se dé cuenta que lo que generó el cambio fue que avisó que llegaría tarde o que ese día había colaborado más que otros en las tareas de la casa.
Habría que rebatir esas ideas demostrando a través de preguntas que son incorrectas, podríamos preguntar ¿ qué prueba tienes de que no le haces falta a nadie?, ¿¿todas las veces tus padres te critican y castigan sin motivo o habrá algunas ocasiones en que sí tengan razón? Es necesario ayudar al paciente por llamarlo de alguna manera a desarrollar ideas alternativas. En otras ocasiones conviene preguntar: Si lo que piensas fuera verdadero ¿se pueden modificar las cosas? ¿Qué podrías tu hacer para conseguir que las cosas cambiaran? ¿Te resulta útil pensar de esta manera? ¿Qué te proporcionan estas creencias, qué ganancias obtienes?
Aquí lo importante es confrontar a la persona con sus pensamientos negativos, tornárselos a positivos, y que no siempre lo que él o ella señalan corresponde a la verdad, como cuando señalan que nadie los quiere, hacerlo ver el número de personas interesadas en ella.
Explorando en su interior encontraremos asideros para que él o ella se agarren para volver a concebir la vida como algo que merece la pena ser vivida.